Es en esos espacios de silencio, de pausa, donde podemos encontrarnos con lo que realmente sentimos, reconocer lo que llevamos dentro y empezar a sanar. Vivimos tan hacia afuera —respondiendo a las demandas del mundo, cuidando de otros, cumpliendo roles— que muchas veces nos olvidamos de preguntarnos cómo estamos realmente.
Darte tiempo para estar contigo misma es una forma de escucharte con amor. Es reconocer tus emociones sin juicio, entender tus miedos, validar tu tristeza y también agradecer tus alegrías. Cuando te detienes y te das ese espacio, comienzas a comprenderte mejor y a conectar con tu verdadero ser.
Trabajar en tus emociones no es un proceso inmediato ni perfecto, pero sí profundamente transformador. Es desde esa conciencia emocional que puedes construir relaciones más sanas, tomar decisiones más alineadas contigo y vivir con más autenticidad.